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Soneto I
Cuando me paro a contemplar mi estado y a ver los pasos por dó me han traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado; mas cuando del camino estó olvidado, a tanto mal no sé por dó he venido; sé que me acabo, y más he yo sentido ver acabar comigo mi cuidado. Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si quisiere, y aún sabrá querello; que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ?qué hará sino hacello?
Soneto IV
Un rato se levanta mi esperanza, mas cansada de haberse levantado, torna a caer, que deja, a mal mi grado, libre el lugar a la desconfianza. ?Quién sufrirá tan áspera mudanza del bien al mal? ?Oh corazón cansado, esfuerza en la miseria de tu estado, que tras fortuna suele haber bonanza! Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos romper un monte que otro no rompiera, de mil inconvenientes muy espeso; muerte, prisión no pueden, ni embarazos, quitarme de ir a veros como quiera, desnudo espíritu o hombre de carne y hueso.
Soneto V
Escrito está en mi alma vuestro gesto
y cuanto yo escribir de vos deseo:
vos sola lo escribistes; yo lo leo tan solo que aun de vos me guardo en esto. En esto estoy y estaré siempre puesto, que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto. Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma misma os quiero; cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir, y por vos muero.
Soneto X
?Oh dulces prendas por mi mal halladas, dulces y alegres cuando Dios quería, juntas estáis en la memoria mía y con ella en mi muerte conjuradas! ?Quién me dijera, cuando las pasadas horas que en tanto bien por vos me vía, que me habiades de ser en algún día con tan grave dolor representadas? Pues en una hora junto me llevastes todo el bien que por términos me distes, llévame junto el mal que me dejastes; si no, sospecharé que me pusistes en tantos bienes porque deseastes verme morir entre memorias tristes.
Soneto XIII
A Dafne ya los brazos le crecían y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos que el oro escurecían; de áspera corteza se cubrían los tiernos miembros que aun bullendo estaban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. Aquel que fue la causa de tal da?o, a fuerza de llorar, crecer hacía este árbol, que con lágrimas regaba. ?Oh miserable estado, oh mal tama?o, que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba!
Soneto XXIII
En tanto que de rosa y de azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena; y en tanto que el cabello, que en la vena del oro se escogió, con vuelo presto por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena: coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre. Soneto XXIX Pasando el mar Leandro el animoso, en amoroso fuego todo ardiendo, esforzó el viento, y fuese embraveciendo el agua con un ímpetu furioso. Vencido del trabajo presuroro, contrastar a las ondas no pudiendo, y más del bien que allí perdía muriendo que de su propia vida congojoso, como pudo, esforzó su voz cansada y a las ondas habló d?esta manera, mas nunca fue su voz dellas oída: “Ondas, pues no se escusa que yo muera, dejadme allá llegar, y a la tornada vuestro furor esecutá en mi vida”.
Soneto XXVII
Amor, amor, un hábito vestí el cual de vuestro pa?o fue cortado; al vestir ancho fue, mas apretado y estrecho cuando estuvo sobre mí. Después acá de lo que consentí, tal arrepentimiento m?ha tomado que pruebo alguna vez, de congojado, a romper esto en que yo me metí; mas ?quién podrá deste hábito librarse, teniendo tan contraria su natura que con él ha venido a conformarse? Si alguna parte queda, por ventura, de mi razón, por mí no osa mostrarse, que en tal contradición no está segura. O Soneto VIII De aquella vista pura y excelente salen espirtus vivos y encendidos, y siendo por mis ojos recebidos, me pasan hasta donde el mal se siente; éntranse en el camino fácilmente por do los míos, de tal calor movidos, salen fuera de mí como perdidos, llamados d?aquel bien que ?stá presente. Ausente, en la memoria la imagino; mis espirtus, pensando que la vían, se mueven y se encienden sin medida; mas no hallando fácil el camino, que los suyos entrando derretían, revientan por salir do no hay salida.
Copla II Canción habiéndose casado su dama Culpa debe ser quereros según lo que en mí hacéis, mas allá lo pagaréis do no sabrán conoceros, por mal que me conocéis. Por quereros, ser perdido pensaba, que no culpado; mas que todo lo haya sido, así me lo habéis mostrado que lo tengo bien sabido. ?Quién pudiese no quereros tanto como vós sabéis, por holgarme que paguéis lo que no han de conoceros con lo que no conocéis! ?
?gloga I
5. SALICIO:
?Oh más dura que mármol a mis quejas y al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea! Estoy muriendo, y aun la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas, que no hay sin ti el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me corro agora. ?D?un alma te desde?as ser se?ora donde siempre moraste, no pudiendo della salir un hora? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.[…]
18. NEMOROSO
Corrientes aguas puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno: yo me vi tan ajeno del grave mal que siento que de puro contento con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sue?o reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas d?alegría;
19.
y en este mismo valle, donde agora me entristezco y me canso en el reposo, estuve ya contento y descansado. ? Oh bien caduco, vano y presuroso! Acuérdome, durmiendo aquí algún hora, que, despertando, a Elisa vi a mi lado. ?Oh miserable hado! ?Oh tela delicada, antes de tiempo dada a los agudos filos de la muerte! Más convenible fuera aquesta suerte a los cansados a?os de mi vida, que?s más que?l hierro fuerte, pues no la ha quebrantado tu partida.
20.
?Dó están agora aquellos claros ojos que llevaban tras sí, como colgada, mi alma, doquier que ellos se volvían? ?Dó está la blanca mano delicada, llena de vencimientos y despojos que de mí mis sentidos l?ofrecían? Los cabellos que vían con gran desprecio al oro como a menor tesoro ?adónde están, adónde el blanco pecho? ?Dó la columna que?l dorado techo con proporción graciosa sostenía? Aquesto todo agora ya s?encierra, por desventura mía, en la escura, desierta y dura tierra. |
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