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 ¿Qué harías si descubrieses en estos mismos instantes que solamente te quedan 30 días de existencia en este mundo? ¿Qué harías si supieras con certeza que dentro de un mes morirás, irremediablemente, por mucho que intentes evitarlo? Difícil pregunta ¿verdad? Al menos yo lo considero una pregunta muy compleja, como lo es el propio hecho de ponerte una fecha de caducidad. Pensar que dentro de poco dejaras de existir y ya nada tendrá sentido para ti, y que abandonarás este lugar, sin ser consciente de ello, tal y como llegaste a él, sin absolutamente nada.
Hay opiniones de todos los gustos. Hay quien piensa que uno no debería nunca conocer cuando ha de morir. Que cada cual debe seguir viviendo su vida cada instante. De hecho, los más románticos (y a veces también los más inmaduros, aquellos que apenas han saboreado la vida pese a que creen saberlo todo sobre ella) lo definirían como “vive cada instante como si fuera el último”. Pero, en la realidad... ¿Quién sigue esto al pie de la letra? Hoy por hoy, considero que es imposible, a no ser que se disponga de mucha fuerza de voluntad. Estamos inmersos en un mundo de preocupaciones, que nos mantiene atareados constantemente, y en los que resulta imposible, no ya saborear cada instante, sino la mayor parte del día. Cuando tu única meta cada mañana al madrugar es conseguir llegar lo mejor posible a la cama la noche siguiente, porque son las únicas horas en las que puedes descansar, sin ruido a tu alrededor ni molestias.
Sin embargo, a mí me encantaría conocer cuanto tiempo de vida me queda. Poder planificar el resto de mi existencia. Saber si mañana tendré que volver a madrugar y continuar acumulando sueño, o si podré morir descansando en mi cama lejos del mundo que se empeña en rodearme cada día. Para mí, conocer la fecha de mi muerte, significaría saber de cuanto tiempo dispongo para poder atar los cabos que queden sueltos cuando mi corazón deje de latir. Saber si realmente todas esas responsabilidades que me atan y, en cierto modo, me asfixian, realmente tienen sentido, o simplemente son una molestia de la que debería deshacerme. Pero son preguntas, que por muy faciles de responder que os puedan resultar (y puedo intuir cuales serían vuestras respuestas, creedme), yo no puedo responder sin saber que día moriré, y desapareceré para siempre.
Y una cosa si que la tengo clara: El día que deba morir, no seré yo quien me oponga a ello. No deseo una existencia artificial conectado a una máquina que existe por mí, ni deseo tratamientos que me destruyan en cuerpo y alma para intentar curar una enfermedad que no tenga cura. Simplemente aprovecharé el tiempo que me quede de la forma que yo considere oportuna, para desaparecer tal y como existí en vida: Sin dejar huella, como una sombra en mitad de la niebla.
Habrá a quien le parezca una postura extremista, incluso equivocada. Hay quien ama la vida, quien tiene una existencia maravillosa y no hace más que intentar convencer al resto del universo de que todas las vidas son perfectas sólo porque la suya lo es. Me alegro por aquellos por los que son felices, por los que siempre sonríen y los que no soportan la idea de que alguien pueda suicidarse. Pero yo no pienso así. |
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