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发表于 2006-10-13 18:12:34
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ZT
 El objeto de este diálogo es el Amor. He aquí por de pronto el preámbulo, ninguna de cuyas circunstancias es indiferente. El ateniense Apolodoro cuenta a varias personas, que no se citan, la historia de una comida dada por Agatón a Sócrates, Fedro, el médico Eriximaco, el poeta cómico Aristófanes y a otros, cuando alcanzó el premio por su primera tragédia. Apolodoro no asistió a la comida, pero supo los pormenores por un tal Aristodemo, uno de los convidados, cuya veracidad está comprobada por el testimonio de Sócrates. Estos pormenores están tanto más presentes en su memoria cuanto que de allí a poco tuvo ocasión de referirlos. Hasta los más sencillos tienen su importancia. Ya tenemos a los convidados reunidos en la casa de Agatón; sólo Sócrates se hace esperar. Se le ve dirigirse pensativo a la casa de Agatón y detenerse largo rato a la puerta, inmóvil y absorto, a pesar de las repetidas veces que se le llama, mientras se da principio a la comida. ¿No es esto una imagen sensible de su frugalidad proverbial, de su tendencia decidida a la meditación más que a esa actividad exterior que distrae a los demás hombres? Entra, por fin, a casa de Agatón al terminarse la comida, y su llegada imprime a la reunión un carácter de sobriedad y de gravedad desacostumbradas. Siguiendo el consejo de Eriximaco, los convidados acuerdan beber moderadamente, despedir a la tocadora de flauta y entablar alguna conversación. ¿De qué se hablará? Del Amor. He aquí a Platón en su elemento. ¡Con qué arte prepara al espíritu para oir la teoría que va a desenvolver naturalmente, y al propio tiempo con rigor lógico, en el discurso que cada uno de los convidados debe pronunciar sobre el Amor! ¡Y qué esmero para evitar la monotonía, conservando a estos sagaces contrincantes la manera de pensar y de decir acomodada al carácter y profesión de cada uno! Fedro habla como un joven, pero joven cuyas pasiones se han purificado con el estudio de la filosofía; Pausanias, como hombre maduro, a quien la edad y la filosofía han enseñado lo que no sabe la juventud; Eriximaco se explica como médico; Aristófanes tiene la elocuencia del poeta cómico, ocultando bajo una forma festiva pensamientos profundos; Agatón se expresa como poeta. En fin, después de todos los demás y cuando la teoría se ha elevado por grados, Sócrates la completa y la expresa en un lenguaje maravilloso, propio de un inspirado.
Fedro toma primero la palabra, para hacer del Amor un elogio muy levantado. Este panegírico es el eco del sentimiento de esos pocos hombres, a quienes una educación liberal ha hecho capaces de juzgar al Amor aparte de su sensualidad grosera y en su acción moral. El Amor es un dios, y un dios muy viejo, puesto que ni los prosistas ni los poetas han podido nombrar a su padre ni a su madre; lo que significa, sin duda, que es muy dificil sin estudio explicar su origen. Es el dios que hace más bienes a los hombres, porque no consiente la cobardía a los amantes y les inspira la abnegación. Es como un principio moral que gobierna la conducta, sugiriendo a todos la vergüenza del mal y la pasión del bien. "De manera que si por una especie de encantamiento, un Estado o un ejercito sólo se compusiese de amantes y amados, no habría pueblo que sintiera más hondamente el horror al vicio y la emulación por la virtud." En fin, es un dios que procura la felicidad del hombre, en cuanto le hace dichoso sobre la tierra y dichoso en el cielo, donde el que ha obrado bien recibe su recompensa.
"Concluyo -dice Fedro-, diciendo que, de todos los dioses, el Amor es el más antiguo, el más augusto y el más capaz de hacer al hombre virtuoso y feliz durante la vida y después de la muerte."
Pausanias es el segundo en turno. Corrige, por lo pronto, lo que hay de excesivo en este entusista elogio. Después precisa la cuestión, y coloca la teoría del Amor a la entrada del verdadero camino, camino de una indagación filosófica. El Amor no camina sin Afrodita, es decir, que no se explica sin belleza; primera indicación de este lazo estrecho, que se pondrá después en evidencia, entre el Amor y lo Bello. Hay dos afroditas: la una antigua, hija del cielo y que no tiene madre, es la Afrodita Urania o celeste; la otra, más joven, hija de Zeus y de Dione, es la Afrodita popular. Hay por tanto dos Amores, que corresponden a las dos Afroditas; el primero, sensual, brutal, popular, sólo se dirige a los sentidos; es un amor vergonzoso y que es necesario evitar. Pausanias, después de haber señalado desde el principio este punto olvidado por Fedro, estimando bastante estas palabras no se fija más en él en todo el curso de su explicación. El otro amor se dirige a la inteligencia, por tanto, el sexo que participa más de la inteligencia, el sexo masculino. Este amor es digno de ser honrado y deseado por todos. Pero exige, para que sea bueno y honesto, de parte del amante, muchas condiciones difíciles de reunir. El amante no debe unirse a un amigo demasiado joven, pues que no puede prever lo que llegarán a ser el cuerpo y el espíritu de su amigo; el cuerpo puede hacerse deforme, agrandándose, y el espíritu corromperse; y es muy naural evitar estos percances buscando jóvenes ya hechos y no niños. El amante debe conducirse para con su amigo conforme a las reglas de lo honesto. "Es deshonesto cenceder sus favores a un hombre vicioso por malos motivos." No lo es menos concederlos a un hombre rico poderoso por el deseo de dinero o de honores. El amante debe amar el alma, y en el alma la virtud. El amor entonces está fundado en un cambio de recíprocos servicios entre el amante y el amigo, con el fin "de hacerse mutuamente dichosos". Estas reflexiones de Pausanias, cada vez más elevadas, han extraído el elemento de la cuestión, que habrá de ser el asunto en los demás discursos, elemento a la vez psicológico y moral, susceptible aún de transformaciones y de engrandecimiento.
El médico Eriximaco, que habla en tercer lugar, guarda, en su manera de examinar el Amor, en la naturaleza del desenvolvimiento que da a su pensamiento y hasta en su dicción, todos los rasgos familiares a su sabia profesión. Acepta desde luego lo distinción de los dos amores designados por Pausanias; pero camina mucho más adelante. Se propone probar que el Amor no reside sólo en el alma de los hombres, sino que está en todos los seres. Le considera como la unión y la armonía de los contrarios y demuestra la verdad de su definición con los ejemplos siguientes. El Amor está en la medicina, en el sentido de que la salud del cuerpo resulta de la armonía de las cualidades que constituyen el tempertamento bueno y el malo; y el arte de un buen médico consiste en ser hábil para restablecer esta armonía cuando es turbada, y para mantenerla. El Amor está en los elementos, puesto que es preciso el acuerdo de los seco y de lo húmedo, de lo caliente y de lo frío, naturalmente contrarios, para producir una temperatura dulce y regular. ¿No se da iguelmente el Amor en la música, esta combinación de sonidos opuestos, del grave y del agudo, del lleno y del tenue? Lo mismo en la poesía, cuyo ritmo no es debido sino a la unión de las sílabas breves y de las largas. Lo mismo en las estaciones, que son una feliz combinación de los elementos, una armonía de influencia, cuyo conocimiento es el objeto de la astronomía. Lo mismo, en fin, en la adivinación y en la religión, puesto que su objeto es mantener en proporción conveniente lo que hay de bueno y de vicioso en la naturaleza humana, y hacer que vivan en buena inteligencia los hombres y los dioses. El Amor está en todas partes; malo y funesto, cuando los elementos opuestos se niegan a unirse y, predominando el uno sobre el otro, hacen imposible la armonía se realiza y se mantiene. Como fácilemente se ve, el punto culminante de este discurso es la definición nueva del amor; la unión de los contrarios. La teoría ha ganado en extendión abriendo al espíritu un horizonte muy vasto, puesto que saliendo del dominio de la psicología, en que estaba encerrada al principio, tiende a abrazar el orden de las cosas físicas por entero.
Aristófanes, que en lugar de hablar en su turno, había cedidola palabra a Eriximaco, sin duda porque lo que él tenía que decir sobre el Amor debía relacionarse con el lenguaje del sabio médico mejor viniendo después que no antes, Aristófanes, digo, entra en un orden de ideas que parecen diametralmente opuestas, y que, sin embargo, en el fondo concuerdan con aquéllas. El Amor es, a su parecer, la unión de los semejantes. Para confirmar su opinión y dar a su vez pruebas completamente nuevas de la universalidad del Amor, imagina una mitología a primera vista muy singular.
Primitivamente había tres especies de hombres, unos todo hombres otros todo mujeres, y los terceros hombres y mujeres, los andróginos, especie en todo inferior a las otras dos. Estos hombres eran dobles: dos hombres unidos, dos mujeres unidas un hombre y una mujer unidos. Estaban unidos por el ombligo, y tenían cuatro brazos, cuatro piernas, dos semblantes en una misma cabeza, opuestos el uno al otro y vueltos del lado de las espalda, los órganos de la generación dobles y colocados del lado del semblante, por bajo de la espalda. Los dos seres unidos de esta manera, sintiendo amor el uno por el otro, engendraban sus semejantes, no uniéndose, sino dejando caer la semilla a tierra como las cigarras. Esta raza de hombres era fuerte. Se hizo orgullosa y atrevida hasta el punto de intentar, como los gigantes de la fábula, escalar el cielo. Para castigales y disminuir su fuerza, Zeus resolvió dividir estos hombres dobles. Comenzó por cortarles haciendo de uno dos, y encargó a Apolo la curación de la herida. El dios arregló el vientre y el pecho, y para humillar a los culpables, volvió el semblante del lado en que se hizo la separación para que tuvieran siempre a la vista el recuerdo de de su desgracia. Los órganos de la generación habían quedado del lado de la espalda, de suerte que cuando las mitades separadas, atraídas por el ardor del amor, se aproximaban la una a la otra, no podían engendrar; la raza se perdía. Zeus intervino, puso estos órganos en la parte anterior e hizo posibles la generación y la reproducción. Pero desde entonces la generación se hizo mediante la unión del varón con la hembra, y la sociedad hizo que se separaran los seres del mismo sexo primitivamente unidos. Sin embargo, en el amor que sienten el uno por el otro, han guardado el recuerdo de su antiguo estado; los hombres, nacidos de hombres dobles, se aman a su vez; como las mujeres, nacidas de los andróginos, aman a los hombres, y como los hombres, nacidos de los mismos andróginos, aman a las mujeres.[/size] |
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