Hay una realidad triste que no podemos negar: todo el mundo quiere ser amos pero ninguno el dueño de sí mismo. Casi todos, yo también, somos capaces de mandar y cuestionar las acciones de otras personas. En efecto, no tiene sentido que seamos jueces de alguien ni siguiera de nosotros mismos.

     Hoy en día, dedicamos ciertos momentos a la meditación, a un recuento de lo que hemos hecho, o hemos dicho, reaccionado, sin embargo, ¿por qué motivo realizamos tal análisis? 

      No me queda más remedio que reconocer que sería más fácil ver la viga en nuestro propio ojo, y achacar nuestra propia culpa a los demás, así que a la larga nadie quedará a salvo. Muchas veces se me surge una duda:¿es la naturaleza humana innata que el ser humano, o bien dicho, la abrumadora mayoría de nosotros, estemos acostumbrados a quedar sentado de forma super cómoda criticando las acciones de los demás, como si fueramos los dióses?

     En chino hay una dicho por Zeng Zi: Al día yo hago una reflexión de tres asuntos (吾日三省吾身). No cabe duda que es imprescindible efectuar una reflexión y una autoanálisis.

     Al fin y al cabo, hemos de minimizar "la paja en el ojo ajeno". Al apuntar un índice a alguien, no debemos olvidarnos que al mismo tiempo hay 3 dedos más apuntando a nosotros mismos.